¿Lo peor ya pasó? La pregunta recorrió ayer todo el ecosistema económico argentino luego de que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) difundiera que, en junio, el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) cayó un 12,3% interanual y, en los primeros seis meses del año acumuló una baja del 12,9%, con los efectos de una pandemia de covid-19 en el medio que puso en cuarentena a casi todas las actividades. Las respuestas de los expertos apuntan a que, si bien se observa una incipiente recuperación, el rebote es propio de haberle entreabierto la puerta a la mayor parte de las industrias y de los comercios para que salgan del aislamiento y comiencen a generar recursos. Según Ecolatina, también hay que tener en cuenta una baja del 21,4% interanual en el fatídico segundo trimestre de pandemia y cuarentena (que arrojó una caída de 16,6% en términos desestacionalizados). La consultora fundada por el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, señala que, descripto el escenario actual y explicado que lo peor de la crisis ya pasó, tiene sentido entonces empezar a pensar en la recuperación. “En primer lugar, lamentablemente, hay que decir que 2020 será un año perdido en materia de actividad económica: aun cuando la reestructuración de la deuda con acreedores privados sea exitosa y se reduzca la incertidumbre en el corto plazo, la economía no avanzará significativamente”, indica. Por el contrario, “salvo algunas ramas que podrían mejorar impulsadas por los pedidos de precuarentena atrasados, las caídas interanuales seguirán siendo de dos dígitos en el corto plazo”.

Más allá de estos números, muy negativos por donde se los mire, afirma que la economía habría encontrado un piso en abril y, desde entonces, comenzó a recuperarse. En este sentido, resalta el crecimiento desestacionalizado de 7,4% en junio respecto de mayo, acumulando un avance de 17,7% en relación con el cuarto mes del año, piso de la actual crisis. Sin embargo, y pese a esta “suba”, la actividad cerró junio 13,5% por debajo del nivel de diciembre de 2019, marcando que todavía queda mucho terreno por recorrer, apunta el informe al que accedió LA GACETA.

Según el reporte del Indec, la actividad que más cayó fue el de hoteles y restaurantes, donde más impactan las restricciones por la emergencia sanitaria, con 62,7%. La producción de bienes y servicios mostró una fuerte desaceleración de la caída en junio, al recuperar más de la mitad de las bajas históricas del 26% de abril y el 20,5% de mayo. Así, retornó a los niveles del inicio de la crisis, ya que en marzo pasado había registrado un descenso del 11,5%. Los únicos dos sectores que mostraron crecimiento en junio, en la comparación interanual, fueron la actividad financiera y bancaria, con una mejora del 4,8%, y la utilización de la electricidad, agua y gas, 3,6%, debido la flexibilización de la actividad productiva. El EMAE, que acumula una seguidilla de 11 meses consecutivos con resultado negativo, registró una mejora del 7,4% en la medición desestacionalizada respecto de mayo, señala el organismo estadístico. “La mejora (intermensual) obedeció fundamentalmente a una mayor flexibilización de las restricciones a la circulación, principalmente en la industria y el comercio, sobre todo en las provincias menos afectadas por la covid-19”, acota el Indec.

Pablo Pero, economista y profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNT, explica que la pequeña mejora que se observa en los datos de junio respecto de mayo responde al abandono de la cuarentena por parte de algunas actividades. “No estamos frente a una salida auténtica de la recesión que venimos arrastrando desde hace 30 meses, que se profundizó en agosto del año pasado y que volvió a golpear a la actividad a principios de este año”, agrega el también presidente de la Fundación Iniciativa de Pensamiento Colectivo (ipec). El experto puntualiza que en ese período se esperaba también una reacción fuerte del mercado con el acuerdo alcanzado entre el Gobierno y los ahorristas para reestructurar la deuda soberana. “El alza de valor de las acciones duró dos días porque no se percibe un nivel de confianza necesario para apuntalar la economía”, subraya. Según Pero, se requieren señales más fuertes de que la Argentina estará dispuesta a tomar medidas que no sólo contribuyan a una mejora de las cuentas públicas, sino también para fortalecer la moneda nacional, el peso. El economista, a su vez, marcó diferencias respecto de lo que ha sido el escenario de 2002 cuando el país padeció una de las peores crisis financieras y económicas. “Después de eso, en 2003, hubo una recuperación sostenida porque las cuentas externas estaban en un cierto orden, porque había inversiones acumuladas de años anteriores, porque las cuentas fiscales estaban algo saneadas y el sector privado también se liberó de la carga del endeudamiento con la pesificación asimétrica. Además, el precio de las materias primas que el país exportaba se triplicó en el mundo. Hoy ese escenario no está y estamos afrontando la caída más grande desde que en 1993 se empezó a calcular el EMAE”, remarca.


Lo que viene

La segunda mitad del año será mejor que la primera -o, en realidad, “menos peor”-, pero claramente estará por debajo de la segunda parte de 2019, apunta Ecolatina. A las restricciones productivas que impuso la pandemia y la cuarentena, corresponde sumarle los golpes a la demanda que está provocando. En este punto, resaltan la pérdida de puestos de trabajo en el sector formal y especialmente informal -donde una porción importante de los trabajadores se quedó sin ingresos-, su ajuste sobre el poder adquisitivo y la elevada volatilidad que arrastra nuestra economía. Además, observó la consultora, el ahorro precautorio al que induce el coronavirus y la crisis será un ancla de plomo para la recuperación del consumo privado y las inversiones, las dos variables más golpeadas por la crisis.

Por otra parte, si bien algunas exportaciones podrían arrojar buenos desempeños, especialmente aquellas vinculadas a los sectores esenciales y dirigidas a China -oleaginosas-, no alcanzarían a motorizar la reactivación económica. Por último, el gasto público servirá para atenuar la crisis, adoptando un carácter contracíclico, pero en este contexto de acotado financiamiento genuino y mucha emisión un incremento significativo de esta variable podría acarrear más problemas que soluciones. “Con todos estos números, proyectamos una caída del PBI entre 12,5% y 13% interanual en el promedio anual de 2020, que provocaría que la actividad vuelva a los niveles de 2009 y, más preocupante aún, que retroceda casi 18% interanual en términos per cápita, acercándose a los niveles de 2005”, estima.

De cara a 2021, la recuperación estaría liderada por un sector público con una política expansiva y un consumo privado que mejoraría impulsado por el crecimiento del salario real y las bajas bases de comparación que dejará este año. Por su parte, la inversión también se recuperaría, pero más por el desplome de este año que por un avance genuino. Como resultado, la economía podría crecer cerca de 7% en el año electoral. Si bien esto marcaría un importante avance respecto de 2020, el PBI cerraría 2021 cerca de 7% por debajo del nivel de 2019. Quedará la entonces segunda mitad del mandato de Alberto Fernández para, con buena suerte, retornar al punto de partida, finaliza Ecolatina.


Cuentas públicas nacionales

1- En julio, el Gobierno nacional registró un rojo primario en sus cuentas de $ 155.524 millones, según el Ministerio de Economía.

2- El gasto primario ascendió a $591.730 millones, un aumento interanual de 59,2%, producto de los efectos de la pandemia.

3- Los ingresos totales de la Administración Pública fueron de $ 436.206 millones, una variación interanual positiva de 16,1%.